Este es un cuento que me ayuda a trabajar los pensamientos intrusivos así cómo los sobrepensamientos, o bucles de pensamiento, y también todos aquellos pensamientos, que de una manera u otra, nos dificultan avanzar, o sentirnos bien. Ayuda mucho también en el acompañamiento de la ansiedad; tanto a niños más grandecitos, cómo adolescentes y adultos.
No lo tengo editado, así que os lo comparto por aquí en primicia; espero que lo podáis aprovechar un montón.
La fábrica de pensamientos.
Dicen que todos tenemos en la cabeza una fabrica capaz de producir miles de millones de pensamientos; una fabrica gigante; llena, llenísima de trabajadores que trabajan frenética e incansablemente, todas las horas de todos los días de nuestra vida.
En esa fábrica, hay un departamento de producción, que trabaja muchísimo; cómo trabaja tanto produce de todo. Pensamientos buenos, y malos; ideas brillantes y geniales, otras un poco asquerosillas, y otras que no nos gustan nada de nada… Todo el tiempo está produciendo, así que tiene que haber un poco de todo.

También hay un departamento de ventas; aunque hay un solo comprador, tú. Así que los pensamientos es cómo si salieran en esas cintas transportadoras de las maletas de los aeropuertos, y ahí estás tú, al otro lado, observando cómo salen continuamente esos pensamientos/maletas; observando cómo pasan, y cómo algunos, te gustan, te hacen feliz, y son adecuados para ti; te hacen sentir bien. Y cómo otros no. Tú eres el comprador, así que tú decides.
Aunque en esa fábrica hay también un departamento muy y muy importante. Es el departamento de marketing; no sé si sabes que la emoción vende. Esto en el departamento de marketing lo saben muy bien; su trabajo es vender más, así que todo pensamiento que produzca una emoción en ti, se va a intentar replicar, copiar, mejorar, empeorar; y ofrecer-lo de nuevo, una y otra vez en esa cinta transportadora; para que sea comprado una y otra vez.
Puede ser que nosotros en realidad no queramos comprar ese pensamiento; porqué no nos gusta, porqué no nos hace feliz, no nos es útil, o simplemente, no es para nosotros. Pero si yo tengo una emoción respecto a él, por ejemplo, sentirme muy muy mal por haber podido pensar esa cosa, ese pensamiento va a salir una y otra vez en mi cinta transportadora; si yo me sigo sintiendo muy muy mal; va a seguir saliendo, y así entro en bucle con un pensamiento que no me gustaba. Cuando un pensamiento no es para mí, simplemente, tengo que actuar cómo actuaría en un aeropuerto con una maleta que no es mía; la puedo ver, pero no la voy a coger, no es mía. La dejo pasar, la dejo irse.

¿Qué pasaría si yo estuviera cogiendo todas, todas, las maletas que salen? Tendría muchísima faena; no tendría manos suficientes para llevarlas todas; me vería saturada, agobiada, y quizá hasta colapsada con tantas maletas; y además no podría moverme de ahí, porqué llevaría tantas cosas que no habría manera de movilizarme.
Ni todas las maletas que salen son mías, ni todas las tengo que coger. Simplemente, yo elijo; y cada día, en cada momento, elijo coger esos pensamientos que me ayudan, que me aportan, que me hacen feliz, y que se alinean con mi manera de ser. Y elijo dejar ir a los que no.
Anaïs Cerrillo. Psicóloga col.nº21.116
